¿Quiénes somos?

Corriente Política 20/21

Somos un colectivo de militantes sociales, barriales, sindicales y políticos que hemos intervenido activamente en cada uno de nuestros territorios construyendo espacios de participación. Nuestro origen más inmediato fue la crisis del 2001 y la consecuente decadencia del modelo político y económico que había reinado en las décadas anteriores. Sin embargo, a lo largo de nuestra experiencia hemos entendido que somos parte de un proceso de lucha popular mucho más extenso que hunde sus raíces en los siglos XIX y XX, en los movimientos de independencia y liberación nacionales y latinoamericanos. Nos consideramos herederos de esa tradición y por lo tanto deseamos construir esos ideales, sintiéndonos parte de los hitos fundacionales de este movimiento: la Gesta de Mayo, el 17 de Octubre, el Cordobazo y el 19 y 20 de Diciembre. 

Estamos convencidos que atravesamos un momento histórico singular en Sudamérica, donde los pueblos han asumido un rol protagónico en los procesos económicos y sociales en numerosos países de la región, y es en esta coyuntura en que insertamos nuestro discurso y nuestra práctica política, caminando y transitando el recorrido de liberación que se está dando en toda América Latina. 

Este recorrido no puede pensarse únicamente como fenómeno social, sino que tiene formas de estructuraciones políticas específicas que han permitido avances históricos en toda la región. Y esta definición nos obliga a pensar, lejos del descrédito simplista, la tarea política asumir. Estamos convencidos que el desarrollo territorial no debe dejar de pensarse en el plano político, ni puede ir a contrapelo del mismo. Para nosotros, “política” nunca fue una mala palabra, ni una práctica a erradicar, sino por el contrario una dimensión que había que abordar inevitablemente para que el crecimiento social tenga un sentido pleno y duradero. Porque a través de la política pudimos y podemos constituir una propuesta que surja de la construcción y de la lucha. A través de la política, interpelamos a las instituciones del estado y conseguimos no sólo un crecimiento en nuestra conciencia, sino que también pudimos garantizar la aplicación de derechos básicos y mínimos que habían sido ignorados. 

Pero por sobre todo, la dimensión política que más valoramos y propiciamos es la que nos permite pensarnos como poder. Entender que no debemos ser las víctimas de un poder ajeno, sino que hay recuperar la capacidad de constituir formas de organización propias que ordenen nuestros destinos de una forma coherente y positiva. 

Estas formas de organización deben responder al nuevo sujeto político que nace en esta coyuntura. Ya no se trata únicamente del movimiento obrero organizado o de la clase trabajadora, sino que se está constituyendo un sujeto, que aunque múltiple y heterogéneo, demuestra coherencia y unidad en momentos de definición. El consenso popular ante la nacionalización de YPF es una muestra más de ese fenómeno. 

Por otra parte, la construcción de un sujeto político que tenga un horizonte de transformación no puede ser prescindente de la disputa institucional. El Estado no puede ser resignado. Son herramientas necesarias para consolidar, asentar y profundizar lo construido. Es decir, la existencia de una fuerza social en constitución dentro de la sociedad civil establece una relación compleja con el Estado, al que entendemos como un campo de disputa. Este reconocimiento nos lleva a tratar de repensar de una forma más compleja y dinámica las relaciones entre Estado y Movimiento Popular, y el problema de la conducción política en general. 

Creemos que asistimos a un momento histórico de ascenso en las demandas de los trabajadores y lo sectores populares en la Argentina. Esta aseveración no está sólo fundamentada en cuestiones objetivas como la recuperación del empleo o de ciertos indicadores sociales, sino más bien en el crecimiento de las organizaciones populares, incluidos los sindicatos, que plantean nuevas demandas. 

Creemos que el kirchnerismo es la respuesta al proceso de Diciembre al haber comprendido su potencia contestataria y haberle dado una conducción y un sentido determinado. Que con el sostén y convivencia de un sector de las clases económicas dominantes y en alianza a la estructura política del PJ y la CGT, fue configurando una nueva institucionalidad, que estuvo signada por conquistas concretas a favor de los sectores populares, pero que sin poder cambiar la esencia de la matriz económica, torna inestable cualquiera de estas conquistas. En este período, se han creado y/o recuperado más de 4 millones de puestos de trabajo en muchos casos de baja calidad e ingresos,sin la suficiente inversión,pero que igualmente modificaron drásticamente la vida de millones de personas y hogares que se habían visto expulsados por el mercado laboral durante la década menemista. 

A su vez, tampoco se puede negar el crecimiento en términos de calidad institucional y soberanía, como ser la reforma de la Corte Suprema, la promulgación de la Ley de Servicios Audiovisuales, la re-estatización de las AFJP, Aerolíneas Argentinas y ahora YPF. Aunque en términos reales queden mucha veces determinadas en la superficie, ya sin decisión política de aplicación, reglamentar o sin cambios de los marcos regulatorios del sistema. 

Sin embargo, entendemos estas medidas como resultado de un avance profundo de la conciencia popular que ha empujado a esta gestión más allá de los límites de la política tradicional y de sus propios límites; creemos que este proceso se encuentra inscripto en los avances populares en otros países hermanos de la región. Un viento de cola, que no es económico global como plantea la derecha reaccionaria, sino que es un movimiento social transformador que recorre toda la región. 

En este marco, postulamos que, así como reconocemos la hegemonía política del kirchnerismo en el proceso actual, .no creemos en una determinada conducción como única síntesis posible de lo diverso. Esta tesis sólo abona el verticalismo y la sumisión del movimiento. Al contrario, la conducción política, más cuando ejerce el gobierno del Estado, debe mantener una relación dinámica con el Movimiento que no puede ser “congelada” en una etapa determinada, porque eso es justamente negar su carácter creativo, y vetar al pueblo de toda iniciativa. 

Creemos firmemente que estamos llegando a una de esas encrucijadas donde se plantea la disyuntiva entre consolidar el avance popular o rendirse al dominio del bloque dominante. En esta encrucijada se juega la conducción política del movimiento como tal. 

En este sentido, cualquier freno que se coloque para que como pueblo podamos caminar hacia nuestra liberación, es para nosotros una expresión de la reacción e implica elegir colocarse fuera de la historia del movimiento. 

Ahora bien, una profundización como la que planteamos requiere necesariamente avanzar en la construcción y organización de la fuerza social que pueda encarnar, impulsar y sostener un proceso de avance popular semejante. Creemos que el Movimiento Popular en nuestro país está para más. 

En este sentido creemos fundamental trabajar para la construcción del movimiento popular, para que éste sea capaz de encauzar y vincular esta diversidad política y articularla bajo un criterio emancipatorio. Justamente entendemos que como militantes debemos ser fieles a lo nuevo, para hacer estallar las estructuras de la “normalidad” del sistema; inventando tiempos y espacios distintos a la oficialidad y al poder hegemónico. 

En este marco, el territorio es para nosotros un campo de disputa y construcción. Un eje que organiza nuestros espacios y que conforma el núcleo central de la política emancipatoria; es, sin más, la puesta en acto del sujeto emancipatorio. 

Entendemos que nuestra principal tarea es derrotar la reacción retrógrada que persiste y amenaza con volver a hegemonizar los resortes institucionales del país. Los gobiernos de la Ciudad Autónoma y de la provincia de Buenos Aires, son fieles exponentes de esta vieja política que pugna por recuperar el protagonismo. Por esta razón, nos debemos como tarea principal frenar ese avance, y constituir alternativas políticas que puedan derrotar a la derecha en las próximas elecciones. 

En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires la gestión que encabeza Mauricio Macri se ha consolidado en los últimos años, reconfigurando un estado de la ciudad que hoy se encuentra al servicio de los intereses privados, fortalecido a través de la construcción de poder territorial, a la gestión del conflicto y muchas veces, administrando las demandas sectoriales. En este sentido, las comunas en nuestra ciudad son una oportunidad gigantesca para replantear la institucionalidad vigente. Hoy, éstas son producto de una disputa fuertísima por el sentido futuro que tendrán en los años venideros: O bien las comunas se instalan como oficinas burocráticas para la administración mínima carentes de sentido y contenido, como plantean las fuerzas conservadoras de la Ciudad o bien se nutren de las múltiples experiencias, identidades y trayectorias de los colectivos y organizaciones sociales-comunitarias que hay en cada territorio, garantizando así la más amplia democracia participativa. 

Por ello entendemos que quienes todavía hablan de “recuperar la ciudad”, no han entendido aún que nuestro pueblo está para más; que no alcanza con “retornar” al momento anterior al macrismo (cómo si las experiencias pseudo-progresistas no hubieran demostrado ya su fracaso histórico), sino que nuestro tiempo es el tiempo de reinventar la Ciudad, de crear las instituciones y el estado que necesitamos para vivir mejor. Necesitamos un estado activo, dinámico y democrático que movilice al conjunto de las fuerzas sociales, que logre desplegar todas las energías y proyectos que nuestro pueblo viene elaborando y desarrollando. 

Dicha pelea no se gana en un documento; por ello estamos convencidos que la territorialización de nuestra experiencia política es la base y la llave para seguir abriendo nuevos espacios para el debate, que fomenten la participación y el encuentro con muchos otros, que nos permitan caminar juntos hacia una Ciudad más igualitaria y justa. 

Nos definimos como “Corriente política 20/21”, porque nos paramos desde la memoria y el legado del 19/20 del 2001 como quiebre histórico, donde nuestro “pueblo unido” pudo irrumpir como sujeto político y cambiar de época. Y también porque queremos asumir el desafío político que ese legado tiene, ya que creemos que así como esas jornadas expresaron resistencia también devinieron en potencia, en tanto capacidad de irrupción de nuevas lógicas, practicas y sujetos sociales, en tanto voluntad y posibilidad de “creación heroica”. 

Ese es nuestro Sur y quiere ser nuestro aporte militante a esta etapa de avance: la construcción de nuevos marcos de unidad, participación y propuesta desde el Movimiento Popular nacional y latinoamericano para la emancipación. “ 

Por eso te convocamos a ser parte, a caminar en la construcción del poder popular, a proponer y debatir qué barrio y qué ciudad queremos. 

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